jueves, febrero 18, 2010

BERLIN 2010

Eduardo Lucatero
lucatero@rollodepelicula.com


El cine de Taiwán tuvo una época de oro a mediados de los ochenta, principalmente con elaboradas cintas de acción, las cuales poco a poco perdieron terreno frente a productos similares de Hong Kong, y luego Hollywood. Sin embargo, desde su estreno comercial, la película Monga ha disfrutado de un enorme éxito y a la fecha ha hecho más dinero que Avatar. Un joven apodado Mosquito y su madre llegan a vivir al barrio de Taipei del título. Mosquito comienza a tener problemas de inmediato en su nueva escuela, pero como es bueno para los golpes, se gana el afecto de la banda más poderosa de la escuela. Más por tener contacto humano (creció sin padre y sin amigos) Mosquito se incorpora y comienzan a hacer pequeños crímenes, los cuales son sólo entrenamiento para las grandes ligas, pues los otros miembros de la banda son hijos, sobrinos y ahijados de los verdaderos mafiosos que controlan el barrio. Fuerzas externas ponen en peligro el equilibrio entre las bandas rivales locales y la fidelidad entre los miembros del grupo es puesta a prueba. Sin llegar a los extremos de estilización de Johnnie To o Tsui Hark, Monga es visualmente atractiva y bastante entretenida. Fue presentada en la sección Panorama.

En la competencia, la película Shahada (Fe) dividió a la crítica pero agradó al público. Tres historias de jóvenes musulmanes que viven en Berlín. La liberal hija de un imam tiene un aborto ilegal, pero cuando las cosas se complican, la joven comienza a actuar de forma completamente inesperada; un joven devoto comienza a sentirse atraído hacia un colega de trabajo y un policía vive con sentimientos de culpa hacia una mujer con la que tuvo un incidente tiempo atrás. Si bien es un tanto esquemática y un tanto pretenciosa, la película toca varios temas de forma interesante y tiene muchas cosas recomendables, sobre todo porque se trata de una ópera prima (de un afgano) cuyo origen es un trabajo de graduación de la escuela de cine de Berlín.



La cinta rusa Kak ya provel etim letom (Cómo terminé el verano) y la iraní Sherkarchi (El cazador) tienen interés, pero en ambas hay algo que falla. En la cinta rusa, dos hombres trabajan en una remota estación del Ártico, donde son los únicos habitantes. Comen carne de morsa, deben protegerse de los osos polares y esperan al barco que los llevará de regreso a casa dentro de unos días. El hombre mayor es experimentado y no tiene particular respeto por el más joven. Luego de una primera parte increíblemente lenta, la noticia de un incidente en casa de uno de ellos, termina por desencadenar una lucha entre ambos hombres. La acción tarda demasiado y hay que estar de humor.

En cambio, el director Raffi Pitts quiso realizar su película usando sólo actores no profesionales. Una vez iniciada la producción, su protagonista no dio el ancho, por lo que Pitts decidió interpretar el papel principal; un hombre que deja la prisión y consigue trabajo como velador en una fábrica. Su esposa e hija desaparecen, el hombre se entera después de que durante las manifestaciones por las elecciones en Irán, la policía la mató accidentalmente. El hombre tiene una crisis que se transforma en un violento ataque hacia la policía. Esto ocurre casi a la media hora de la película, y a partir de ese momento parece que estamos viendo otra película. Una vez que la policía lo encuentra, parece que estamos viendo una nueva película. Hay una atractiva ambigüedad en el asunto, pero al mismo tiempo, la austeridad narrativa hace que sea difícil seguir la historia.

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