martes, agosto 11, 2009

Ciudades de película: La Habana

Eduardo Lucatero
lucatero@rollodepelicula.com


La llegada del cinematógrafo no fue tan celebrada en un principio como podría imaginarse. Algunas de las mentes más brillantes de su tiempo, como Miguel de Unamuno, calificaban al cine como una simple atracción de feria que terminaría por desaparecer cuando se disipara la novedad. Hubo otros, sin embargo, que vieron de inmediato el potencial del cine como unificador social y entendieron su capacidad para propagar el mismo mensaje en los rincones más alejados. Lenin lo dijo en varias ocasiones; durante el socialismo, el cine floreció en todos los países parte del régimen. Independientemente de su calidad, el público del antiguo bloque disfrutaba de una buena cantidad de cintas y existía una industria relativamente saludable.

La Habana, antes de la revolución, contaba con más cines que la ciudad de Nueva York, por lo que la transición (en sentido cinematográfico) se dio con facilidad, resultando en un público informado y exigente, que en buena medida continúa existiendo hoy, a pesar de la precaria situación económica en la isla, lo que ha hecho que varios cines de tradición, como el Finlay o el Actualidades, hayan cerrado sus puertas.

Algunos cines de la época continúan dando servicio, como es el caso del cine Payret, frente al Capitolio, que es además uno de las sedes principales del Festival de Cine Latinoamericano, que se celebra cada diciembre.


Así, por dos pesos cubanos (siete centavos de dólar), se puede disfrutar de una variada cantidad de cintas de todo el mundo. Si bien, los estrenos se tardan bastante en llegar, cada semana hay nuevos estrenos, y hay casi la misma cantidad de opciones que en ciudades mucho más grandes, como México.

La cinemateca de Cuba maneja el cine Charles Chaplin, que exhibía un par de ciclos interesantes, entre ellos uno dedicado al melodrama estadounidense. Así, pude ver en pantalla grande una película que nunca había visto, Love Story, que podía haber no visto (aunque gracias a esto finalmente entendí varios chistes de Los Simpson), pero fue interesante ver al público disfrutando del Titanic de 1970, y a dos o tres asistentes soltando una que otra lágrima.


Dos pesos también cuesta el helado en Coppelia, frente al Cine Yara, el cual recuerda los cines del Distrito Federal hace 15 años, con varias parejas en las filas traseras que no prestaban mucha atención a la cinta del argentino Eliseo Subiela, quien cuanta sin embargo con varios fans en la isla desde El lado oscuro del corazón.


La mayoría de los cines tienen funciones exclusivas para niños los sábados por la mañana, aunque el Cinecito está dedicado exclusivamente para el cine infantil.




Si bien la producción de cintas locales ha disminuido dramáticamente, las opciones diarias son suficientes para avergonzar a otras ciudades mucho mayores, y a pesar de todo, el público asiste a las salas contento y dispuesto a disfrutar la película, sea cual sea. Ojalá su situación mejore pronto.