sábado, febrero 13, 2010

BERLIN 2010

Eduardo Lucatero
lucatero@rollodepelicula.com


Al contrario del festival de Cannes (abierto únicamente a profesionales del cine), el festival de Berlín es un evento en el que participa toda la ciudad, y es posible ver gente haciendo colas enormes (a veces bajo la nieve) para comprar boletos para ver cintas taiwanesas, israelís o paraguayas. Y ciertamente, en esta ocasión hay bastante de donde elegir, con un par de centenares de películas para todos los gustos. El problema es que los locales tuvieron acceso a boletos con tres días de anticipación, por lo que las funciones para las primeras películas, la china Together Apart y la nueva película de Roman Polanski, The Ghost Writer. Al parecer no perdí mucho, fuera de la oportunidad de usar un par de chistes muy buenos a costillas del señor Polanski.

En su 60 aniversario, el festival ha decidido tirar la casa por la ventana, con eventos por toda la ciudad, incluyendo dos premieres de alfombra roja en diferentes barrios de la ciudad, retratos de actores y directores en el metro y la proyección de la versión restaurada de Metropolis sobre la puerta de Brandemburgo. Nada mal.

La primera película del día fue la rumana Eu cand vreau sa fluier, fluier, (Si quiero silbar, silbo), basada en una obra teatral del mismo nombre, que cuenta la historia de un joven a punto de cumplir su sentencia en la cárcel para menores. Cuando su madre, ausente los ocho años anteriores, se presenta para informarle que se va a llevar con ella a Italia al hermano menor (de quien nunca se ha ocupado) el joven decide tomar cartas en el asunto, a pesar de que le quedan cinco días para salir. Fuera de un arranque lentísimo (le ayudaría bastante a la cinta una poda de unos quince minutos), Si quiero silbar, silbo se deja ver, sobre todo por las interpretaciones (realizadas por auténticos niños de la calle, que el director debutante Floran Serbin buscó durante varios meses).

Antes del estreno de My name is Khan, la policía alemana se organizó paras evitar los problemas ocurridos apenas unas horas antes en Mumbai, donde la policía arrestó a casi 2000 manifestantes, quienes además provocaron disturbios y destruyeron posters y espectaculares de la película por considerar que su superestrella Sha Rukh Khan, se había pasado de la raya al decir que era una pena que no hubiera jugadores de Pakistán en la liga hindú de cricket, Khan, que vende mas boletos que Brad Pitt, es considerado símbolo nacional, por lo que su apoyo a Pakistán (además de que en la película interpreta a un musulmán), enfureció a los nacionalistas locales.


La película es, sin embargo, terrible. Khan interpreta a un sujeto con Síndrome de Asperger, que a la muerte de su madre se muda con su hermano a San Francisco y conoce a una espectacular madre soltera hindú con la que se casa y vive una vida maravillosa, hasta los ataques del once de septiembre, por lo que decide ir a Washington a buscar al presidente Bush para darle un mensaje; Mi nombre es Khan y no soy terrorista. Simplista y ridícula, la cinta podría tener cierto encanto si no fuera tan obvio que está hecha con el único fin de apelar al mismo mercado de Slumdog Millionaire o The Kite Runner.