viernes, mayo 14, 2010

Cannes '10 Síndromes

Eduardo Lucatero
lucatero@rollodepelicula.com



El día parece preparado únicamente para la presentación de la nueva película de Oliver Stone, Wall Street 2: Money never sleeps (Wall Street 2: El dinero nunca duerme), que desde su título pareciera una de esas películas que van directo a video, secuelas en las que ninguno de los participantes originales quiere participar. Desde luego, esta es más cara, tiene un director de cierto prestigio y tiene también a Shia LaBeouf, lo que hará que cientos de jóvenes que nunca oyeron hablar de la original querrán ir a verla.



Completamente opuesto es el síndrome del que padecen varias películas “de arte”, el síndrome “nada ocurre por lo tanto esta es una gran película”, representado notablemente por la cinta rumana Aurora. Segunda película de Cristi Puiu, realizador de la galardonada La muerte del señor Lazarescu, Aurora no parece haber tenido un editor. Un sujeto (interpretado además por el propio director), deambula por las calles, va al supermercado, camina por las calles, come pastel, camina por las calles, visita a su novia, camina por las calles, compra un arma… Con una duración de tres horas, ninguna escena parece tener sentido, a pesar de haber sido concienzudamente puesta en escena, en particular una escena en la que el director nos obsequia un largo plano de él mismo desnudo, bañándose, practicando lo que pareciera una exploración de próstata. 



La película Little Baby Jesus of Flandr (El niño Jesús de Flandes) es una reelaboración del mito de los tres reyes magos, rodada en blanco y negro, interpretada por actores con síndrome de down. Originalmente iba a ser un cortometraje de graduación de escuela de cine, pero el director Gust Van der Berghe decidió hacer un largometraje. Como casi todas las películas de estudiantes, ésta es increíblemente pretenciosa, deshonesta y a ratos ridícula, pero detrás de ello se puede ver a un director talentoso, con influencias bien asimiladas tan disímiles como Herzog, Buñuel, Tarkovsy y Bela Tarr.



El festival organizó hoy dos proyecciones especiales (que ocurren una sóla vez, en salas más pequeñas) de Abel, de Diego Luna y Nostalgia de la luz de Patricio Guzmán. Sólo he escuchado cosas buenas de la cinta de Luna, y asumiendo que será más fácil verla posteriormente, escogí el documental chileno.

Astronomía y democracia no son ideas que generalmente se mencionen en la misma frase, pero esa es la idea de Nostalgia de la luz. Partiendo de la idea de que la astronomía es un estudio del pasado (la mayoría de las estrellas que vemos en el cielo han muerto hace mucho tiempo) y de que por lo tanto comparte muchas cosas con la arqueología, Guzmán contruye un fascinante documental en el que la búsqueda de estrellas en la bóveda celeste es similar a las búsquedas que realizan los familiares de los desaparecidos. Igualmente, el desierto de Atacama, sede de algunos de los observatorios más grandes del planeta, fue sede también de un campo de concentración para disidentes de la dictadura. Poco a poco ambas ciencias se mezclan, con un resultado increíblemente conmovedor. No es una cinta sencilla, pero vale mucho la pena.

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